Vaya viaje. De esos que vuelan los sesos en cada página de lectura. Si acaso puede sintetizarse, el libro aborda los complejísimos lazos entre la comprensión científica y matemática con las catástrofes personales y de la historia. Es un desfile de luminarias de las que hablamos poco, quizá por lo difícil que nos resulta entender sus hallazgos revolucionarios, o porque muchos de ellos quedaron finalmente ocultos: Fritz Haber, Alexander Grothendieck, Karl Schwarzschild, Shinichi Mochizuki, Werner Heisenberg y Erwin Schrödinger, entre otros.
Plagado de anécdotas, dudas y certidumbres, revelaciones y fantasmas, When we cease to understand the world es casi como una novela distópica de no ficción, narrada con elegancia, que toma nota de descubrimientos matemáticos y científicos que casi pueden leerse como cuentos de misterio. Y es el misterio, precisamente, el que toma la batuta. Como apuntó Mochizuki en su blog científico, antes de borrarlo todo, “en las matemáticas, ciertas cosas deben permanecer ocultas, por el bien de todos nosotros”.
Quedamos, al final, al filo del abismo, como bien subrayó Schwarzschild: “Hemos alcanzado el máximo punto de civilización (en referencia a la Alemania fascista). Todo lo que queda es decadencia y caída”.
Ahí mi fascinación por este libro. Es una inmersión en la mente de los matemáticos más brillantes del siglo XX, de aquellos que crearon un universo completo a través del estudio de la relación entre los números (el corazón del corazón del conocimiento humano), si bien varios de ellos permanecieron ahí como únicos habitantes.